Tiempo para historias...
Érase una vez un cocodrilo que se llamaba Croc y tenía un
coche rojo con forma de pimiento. El señor Croc se dedicaba a cultivar frutas y
verduras en su huerta y llevarlas hasta la aldea para repartirlas entre todos
los niños. Sabía que los niños necesitan comer muchas frutas y verduras todos
los días para crecer fuertes y sanos ¡Era un cocodrilo muy generoso! Y los
niños le querían mucho.
Un día recolectó
y llenó el carrito de su coche con plátanos, peras, manzanas, fresas, brócoli,
naranjas, y otras muchas verduritas. Su carro iba repleto, y la última
verdura era una gran zanahoria. Como ya no cabía nada más en el carrito, el
cocodrilo decidió colgar la zanahoria en su casa, bastante alta para que otros
animales no llegaran y se la comieran. Sabía que la zanahoria era especialmente
buena para la vista de los niños.
Cuando
todo estuvo listo, el señor Croc encendió el motor de su pimiento-coche rojo que
hizo un “Brum, brum, brum”, y partió con su carro hacia la aldea. Pero la
verduras estaban apiladas en una gran montaña, el carrito iba repleto y en cada
bache iba perdiendo una pieza, aquí una pera, allá un brócoli, ahora un
plátano. Cuando se quiso dar cuenta estaba llegando a la aldea y el carrito iba
vacío. Los niños corrieron a saludarle, pero el Señor Croc estaba muy
disgustado porque todo su trabajo estaba perdido por la carretera y los niños
no tendrían frutas y verduras que comer.
-
No se preocupe Señor Croc, nosotros le
ayudaremos a recoger todas las verduritas y la fruta que se han caído.
Y empezaron a recorrer el camino
en sentido contrario, y cada fruta que encontraban se la comían. Qué ricos aquellos
plátanos del Señor Croc:
- “um” una fresa rosada
estupenda,
- tomatito fresco “ñam, ñam”
Estos
chiquillos eran devoradores de frutas y verduras. Deshicieron todo el camino
hasta llegar a casa del Señor Croc, y comieron todo lo que encontraron a su
paso. ¡El Señor Croc estaba orgulloso de que les gustara tanto!
Cuando
llegaron a casa del cocodrilo horticultor, vieron que un conejo pequeño estaba
saltando como un loco intentando coger una zanahoria que colgaba del techo. El
Señor Croc se enfadó con el conejito:
-
¡Esa
zanahoria es para los niños! ¡ni pienses en comértela!- le gritó.
-
Ohh, ¡tengo mucha hambre!, llevo días sin comer,
y las zanahorias me encantan ¡son mi comida preferida!- le contestó el pequeño
conejo.
-
No te preocupes conejito, nosotros ya hemos
comido suficiente verdura hoy, te regalamos la zanahoria.
-
¿En serio?- gritó el conejo- ¡Muchas gracias
amigos! ¡Muchas gracias!- saltaba de alegría el conejo.
Bajaron la zanahoria de lo alto
y se la entregaron al conejo, que estaba entusiasmado. Desde aquel día los
niños tuvieron un simpático amiguito come zanahorias y el cocodrilo se sintió
aún más orgulloso de ellos. En realidad aquellos niños no solo habían aprendido
a comer verduras gracias al Señor Croc, sino que además habían aprendido a ser
generosos como él.
Y colorín colorado, este cuento
se ha acabado.
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