miércoles, 13 de febrero de 2013

el niño bajito que alcanza la luna

luna-llena

Tiempo de fantasía...

Erase una vez un niño que era más bajito que el resto de los niños de su edad, pero estaba convencido de que algún día podría alcanzar la luna. Todo el mundo le decía: “Es imposible, la luna está muy lejos, colgada en el cielo, y nadie puede alcanzarla…” Pero él estaba maravillado con ella: con la luna llena, redonda, blanquita; era una cara alegre que le miraba desde el cielo con una gran sonrisa brillante. Cada noche la buscaba, a veces no la encontraba, pero cuando la linda carita de la luna le miraba desde el cielo observaba que le seguía todas partes. Pensaba: “¿Cómo dicen que la luna está colgada en el cielo, si ella me persigue a todas partes?”, y se imaginaba poder estar cara a cara con ella... Un día su profesora le pidió que pintara algo que le gustara mucho hacer. Él lo tenía muy claro y pintó una gran luna llena, redonda, con una sonrisa; y se pintó a sí mismo acariciando la sonrisa de la luna. Cuando sus compañeros vieron el dibujo se rieron:

-          Si eres muy chiquitito y la luna está muy lejos ¡nunca podrás alcanzarla!- le decían.
-          Oh, ¡qué maravilla!- exclamó su profesora- es muy bonito, pero has pintado algo que no puedes hacer; la luna está muy alta, ni tú ni el resto de tus compañeros podrían alcanzarla.

El niño se puso un poco triste, su profe también coincidía en que llegar hasta la luna era imposible, y ¡su profe lo sabía todo! ¿Cómo iba él a conseguirlo? Se le ocurrió que su papá, que era muy grande, podría alargar mucho los brazos, pero mucho, mucho, y hacer con ellos un puente hasta la luna. Todos los niños podrían subir por el puente para estar con ella. Pero su profe sonrió:

      -      Cariño, está muy, muy alta, ningún brazo podría alargarse tanto como para alcanzarla; créeme.

niños-alcanzan-luna¡Qué tristeza sentía! ¡Quería estar frente a ella! Era tan bonita… Debía haber algún modo.

Aquella noche, la luna le siguió mientras iba en el coche con sus papás, y también le siguió por la calle cuando bajaron del coche y se encaminaron a casa; le admiraba aquella sonrisa… “Si ella me sigue alegre es porque también quiere conocerme”- pensaba. A la hora de acostarse su papá le preguntó porqué estaba tan pensativo, él le contó su deseo de crecer mucho, muchísimo, para poder estar frente a frente algún día con la luna; quería crecer mucho más que los otros niños y hacerse gigante y llegar hasta ella; pero su profe le había dicho que ni así conseguiría alcanzarla. Su papá le dio un gran consejo: “No te preocupes, algún día hallarás el modo de conseguirlo; sólo tienes que quererlo y usar un poco tu imaginación”.

Se durmió pensando en aquello y a media noche despertó. La luna brillaba majestuosa y su luz iluminaba su cuarto a través de la ventana. Y de repente sucedió, se dio cuenta de algo extraordinario: la luna había entrado en su habitación, se reflejaba en el espejo que estaba junto a la ventana: “Aquí está la luna, ha venido a verme a casa”- pensó-, se levantó, se acercó al espejo, miró a luna preciosa  reflejada en el espejo, extendió la mano y acarició su sonrisa.

Su papá tenía razón, y aquella noche se sintió el niño más grande del mundo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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