Erase una vez hace algunos años, un parque de una ciudad en
el que había un árbol grande donde vivían un montón de
pájaros de vivos colores.
Siempre estaban alegres y cantaban, y eran la atracción para los niños que
pasaban por el lugar. Cada tarde después de la escuela muchos padres iban con
sus hijos al parque con migas de pan para echar a los pájaros de colores y así
poder verlos más de cerca, a cambio los pajarillos les
cantaban alegrando el
atardecer. Eran preciosos, algunos rojos, naranjas y amarillos dorados, otros
violeta, azules o verdes brillante. Sobre el verde césped parecían aún más
bonitos.

Pero con el tiempo la ciudad cada vez era más gris. El
número de coches y autobuses crecía, y cada automóvil echaba todos los días un
montón de humo negro a las calles. Las chimeneas de la calefacción también iban
poco a poco cada día contaminando el aire, ensuciando las fachadas de gris, las
aceras, los cristales de las casas… Poco a poco todo se oscureció por el humo y
la contaminación. El parque dejó de ser un espacio verde, los animales se
fueron marchando de allí, las aguas del estanque estaban muy sucias y las
tortugas y pececillos no sobrevivieron. Los pajarillos de colores habían notado
que cada vez los niños les hacían menos caso, y era porque estaban perdiendo su
brillo y su color. El verde brillante era ya gris verdoso, el amarillo ya no
era dorado sino ceniciento, el rojo era oscuro. Y así se fueron convirtiendo en
pájaros grises y negros, igual que el resto de la ciudad, y al dejar de recibir
las visitas de los niños se pusieron tristes y dejaron de cantar. EL parque
ahora además de gris, se quedó en silencio.
Un día los pájaros decidieron que aquello no podía continuar
así, aquel lugar ya no les hacía felices. Ellos no tenían porqué morir allí de
pena, ya que tenían alas. Y por primera vez en muchas generaciones los
pajarillos decidieron volar y buscar un lugar mejor.
Volaron y volaron hasta salir del cielo gris de la ciudad
hacia otro un poco más limpio, y por el camino descubrieron muchas otras
ciudades cubiertas por una nube de contaminación que se veía desde muy lejos,
como una pesada montaña de aire sucio. Pensando que aquellos lugares tampoco
les gustaban, decidieron seguir volando juntos en la misma dirección hasta
encontrar un lugar con aire limpio.
Volaron y volaron durante días sobre ciudades grises
hasta que a lo lejos vieron montañas y fueron hacia allí. Según llegaban se
dieron cuenta de que el aire era mucho más limpio, se respiraba mejor, olía a
flores y hierba fresca y la luz era clara. Empezó a llover, y no les gustó
mucho, pero siguieron volando porque deseaban encontrar el lugar ideal para
alojarse. Llovía pero no hacía frío, era primavera.
A lo lejos atisbaron un
bosque de árboles rosas ¡eran árboles frutales en flor! Aquel podía ser el
lugar perfecto para vivir, el bosque estaba en un valle rodeado de montañas y
cerca de un arroyo. Se pusieron rápidamente de acuerdo y volaron hacia allí.
Seguía lloviendo pero el sol logró salir con fuerza entre unas nubes negras que
estaban un poco más adelante, sobre el bosque rosa,
formando un precioso
arcoiris delante de los pájaros. Ahora tenían que atravesar el arcoiris de
bellos colores para llegar hasta el valle. Volaron entusiasmados por la belleza
del arco y al atravesarlo algo mágico les ocurrió: cada uno de
los pájaros según cruzaban el arcoiris fueron adquiriendo el color de la luz por la que pasaban volando. Los que atravesaban
el amarillo se volvían amarillos dorados, los que pasaban por el violeta
recuperaban el color violeta brillante, otros lo hacían por el rojo, algunos
por el naranja… estaban maravillados, volvían a ser pájaros de colores, los
últimos pájaros cenicientos pasaron por el arco azul y sus plumas se volvieron
cian. Entonces formaban un
arcoiris de pájaros voladores.
Más adelante les esperaba el valle con el bosque rosado,
allí descendieron, bebieron agua en el arroyo, y buscaron un árbol rosa donde
construir su hogar. Después se reunieron a la luz anaranjada del atardecer, su
plumaje era aún más hermoso con aquella luz mágica del sol cansado que se va a
dormir. Volvían a ser pajarillos de colores y muy contentos empezaron a cantar
juntos y el bosque se llenó de alegría con su música.
Era una pena haber abandonado a los niños en aquella ciudad
gris, pero los pajarillos pensaron que quizá algún día los pequeños crecerían y decidirían renovar el aire de su ciudad,
plantar árboles que se vuelven rosas en primavera, mantener limpios los estanques, y entonces ellos volverían al parque para ponerle música y color.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
¿Por qué no se publica un libro con estos cuentos e ilustraciones tan novedosas?
ResponderEliminarMuy buen cuento, hace pensar en qué podemos mejorar para que no se vayan de nuestro lado esos pájaros de colores.
ResponderEliminarInteresante la lectura del cuento, te hace reflexionar de una manera hermosa que en realidad no lo es tanto pero que por medio de palabras te vas dando cuenta de que puedes ser parte de ese cambio.
ResponderEliminarA Javier le ha encantado!
ResponderEliminarTe felicito por la forma tan maravillosa que tienes de transmitir las pequeñas cosas de la vida, es por ello que te mencioné en mi blog. Gracias.
ResponderEliminarMuy buena reflexión,para tod@s ya que debemos cuidar el planeta,el cambio climático esta afectando a tod@s,pero en general a la naturaleza,su flora y fauna...UN SALUDO
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