Tiempo de contar un cuento...

Pero, el muñeco sabía que no podía moverse, su sitio estaba allí en el jardín, y sólo mientras hiciese frío. A veces se sentía muy triste, allí solito, bajo la nieve, o soportando el viento helador… hasta que los chiquillos de la casa se agolpaban frente al televisor para ver el siempre emocionante partido.
Aquella tarde fue muy especial,
hacía menos frío que de costumbre y lucía el sol radiante. Sabía que la hora
del partido se acercaba, los chicos estaban muy emocionados, era un partido diferente
porque el rival era de los más difíciles y hasta la mamá, que no disfrutaba
mucho de aquel deporte, se había sentado frente al televisor. El estadio estaba
repleto, la grada chillaba, los entrenadores se saludaron nerviosos, el árbitro
silbó y empezó el espectáculo. Fue un partido emocionante, el mejor que había
visto… los de blanco lucharon, corrieron
y marcaron tres goles. La familia enloquecía dentro de la casa, pero fuera
sonaban bocinas, pitidos, cohetes,… en general el barrio estaba vibrando con
aquel partido. El muñeco quería saltar, chillar y abrazar a los chicos en cada
gol… pero estaba allí fuera empezando a derretirse con el calor. Ya le sobraba
la bufanda y el gorro, cuando el partido acabó el sol aún calentaba. Los chicos
emocionados con la victoria de su equipo cogieron un balón y salieron al
jardín, ¡iban a jugar un partidito!
-
Vaya, el muñeco de nieve está justo en el medio,
lo podíamos haber hecho en otro sitio- pensaban los niños.
El muñeco no lo podía creer, ¡iba
a presenciar un partido en su jardín!
Los chicos colocaron unas piedras como postes de las porterías, y enseguida llegaron sus amigos para
jugar, hicieron dos equipos, los de casa y los de fuera y empezó el encuentro.
Los balones le pasaban alrededor, los jugadores tenían que regatear al muñeco
para llegar hasta la portería… se sentía como si estuviera jugando, pero no
podía participar:
-
¡Pasa a la banda derecha!- pensaba el muñeco, mientras los chicos de la casa se equivocaban disparando desde el centro del
campo.
No había manera de marcar, no
había hueco. Sus chicos tenían que hacer gol, el muñeco iba con ellos, merecían la victoria,
estaban jugando mucho mejor; pero el gol no llegaba…
Se estaba haciendo de
noche, enseguida la mamá iba a parar el encuentro y mandarlos a bañar; una última jugada de sus
chicos, roban el balón en el área contraria, pasan al centro, regatean a dos
defensas y disparan… el balón choca en otro defensa, el rechace da en la cabeza
del muñeco de nieve que rueda por el suelo, el balón sale disparado a gran
velocidad hacia la portería y “Gooool”, ¡el muñeco ha marcado!, impresionante. Los
chicos de la casa corren a recoger la cabeza del muñeco, la besan, la colocan
sobre el cuerpo y entre abrazos gritan “¡golazo, golazo de nuestro muñeco de
nieve!!!! ¡Qué bien colocado estaba!” Vibrante desenlace del encuentro.

Al muñeco le gustaría llorar de
alegría, pero como es de nieve no puede. Es un día feliz para él, ¡ha cumplido
su sueño imposible! ¡Es el primer muñeco de nieve futbolista del mundo!!!
Y colorín colorado, este cuento
se ha acabado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario